Padre Luis Brevis, misionero diocesano en Angola:“En África no hay nada, pero uno vuelve con mucho en el corazón”
En abril de 2002 y a la edad de 48 años, este sacerdote chileno dejó la Prelatura de Illapel para integrarse como misionero en la Arquidiócesis de Lubango. Después de cuatro años, se declara cinco veces más feliz. Aquí nos detalla su experiencia y las razones que lo motivan a volver.
El padre Luis Brevis dice que su vocación ad gentes fue despertando poco a poco. Primero, cuando tenía 12 años y tras escuchar los relatos de misioneros españoles del Seminario Menor de los Capuchinos en Paine. “Algunos habían estado en Asia, otros en África y nos contaban sus vivencias. Los capuchinos son eminentemente misioneros”, relata.
Luego ingresó al Seminario Mayor de San José de la Mariquina, donde los curas alemanes fueron para él ejemplo de entrega al servicio del Reino. “También me marcaron mis papás, que siempre fueron muy serviciales a la sociedad, ayudaban a los más pobres. Hoy ya están muy ancianos y por eso me preocupo de venir a verlos cuando puedo”, agrega.
Se ordenó como sacerdote hace 25 años y al llegar a la Prelatura de Illapel tuvo oportunidad de conocer al gran obispo misionero belga, don Polidoro Van Vlierberghe. Hace 15 años, el padre Brevis le pidió permiso a su actual obispo, monseñor Rafael de la Barra, para irse de misionero a África.
• ¿Por qué ese continente y no otro?“Porque siempre los misioneros que conocí hablaban de ese continente y porque uno lo relaciona con pobreza, miseria, injusticia, epidemia, abandono. Quería servir en alguna cosa. Le pedí permiso a mi Obispo y me dijo que no; hablé con mi director espiritual y también me dijo que no. Yo me dije que tal vez el Señor todavía no me quería como misionero, me faltaba quizás madurez”, responde.
Sin embargo, en junio de 2001 durante un retiro leyó el libro titulado “Deja que África te hable”, y sintió renacer su entusiasmo por la misión. Un encuentro posterior con las religiosas teresianas que trabajaban en Canela fue providencial en tal sentido.
“La generala de la Congregación me contó que en Angola ellas tenían muchas casas y que las hermanas tienen gran necesidad de sacerdotes. Hice los contactos y ellas me dijeron que era bienvenido. Se comunicaron con el obispo de Angola, monseñor Zacarías Kamuenhu, un gran hombre de enorme capacidad de trabajo apostólico, que es mi actual obispo y aprendo mucho con él, porque también le ayudo unos días a la semana en su secretaría personal”.
Así, esta vez con el beneplácito de monseñor Rafael de la Barra y de su director espiritual, el padre Luis Brevis partió a Angola a los 48 años de edad. Hoy tiene 52 años y pese a que algunos le decían que su edad era muy avanzada para salir a misionar, él asegura que “para servir no hay edad”.
“En Angola hay muchos sacerdotes viejos, más viejos que yo, con una capacidad de servicio superior a la de los jóvenes. Incluso yo todavía prefiero a las monjas mayores, formadas en esa escuela antigua de entrega, de apostolado, de servicio misionero”.
¡POR FIN ÁFRICA!
• ¿Cómo se preparó para la misión?“Antes de salir de Chile fui a visitar al Nuncio Apostólico, que estuvo cinco años en Angola. Me dijo cosas muy certeras y maravillosas, por ejemplo, que me aguardaba mucho trabajo, muy duro, pero también muy consolador. Y así ha sido. Me ayudó también pasar unos meses en Portugal primero, porque allí además de aprender algo del idioma pude conversar y conocer misioneros que iban o venían de África. Ese contacto fue muy enriquecedor. Cuando por fin llegué a Angola, lo hice llorando, era mi anhelo, ¡por fin África!”.
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¿Cómo se siente después de cuatro años de misión en África? “Yo me siento muy feliz, siempre digo que si en Chile fui feliz como padre durante 20 años, en Angola soy, no el doble sino cinco veces más feliz”.
Se desenvuelve bien en su “portuñol”, porque Angola fue colonia portuguesa. Se hablan muchos dialectos además del portugués. “Trabajo en un área donde hay 75 aldeas, cada una con una capilla. Deben ser unos cien mil habitantes en total. Lubango se llama la ciudad donde resido. Los fines de semana atiendo de viernes a domingo un área pastoral que es bien pobre: Kakula y Oke, que son mi pulmón espiritual. Allí se hablan tres o cuatro dialectos diferentes. Siempre me acompañan catequistas que son laicos muy comprometidos y disponibles, con una capacidad de entrega maravillosa y ellos traducen algunas introducciones de la misa de mi portugués al dialecto y la homilía”, explica el sacerdote.
Después de 30 años de guerra civil, varias generaciones de angoleños no tuvieron educación. El país quedó materialmente destruido y familias enteras fueron disgregadas. Recién en 2001 llegó la paz, pero no la prosperidad. En la reconstrucción trabajan todos, incluidos los misioneros. “Es gente maravillosa aunque muy empobrecida. Tratamos de animar su vida evangélicamente. Existen misales en dialectos como el umbundo, que es el más hablado, son lenguas muy diferentes y difíciles de aprender. Un 55% de los habitantes es católico, y entre un 20 a 30% pertenece a iglesias cristianas hermanas no católicas”, agrega.
• ¿Cuál diría que es el principal obstáculo del país para salir de su pobreza?“La corrupción, porque Angola tiene mucha riqueza en diamantes y petróleo. En los tiempos de guerra, el dinero se iba en armas. En la actualidad, sólo un 5 a 10% de los habitantes concentran la riqueza, se roba y el resto la pasa mal, mal”.
• ¿Qué es lo que más le ha llamado la atención de los angoleños?
“Su enorme capacidad de acogida, es emocionante cuando uno llega a una aldea y sale a recibirte un coro maravilloso formado por 40, 60, 80 jóvenes que cantan extraordinario, a voces, con sus tambores, llevan la música en la sangre. Usan canciones de bienvenida, no cualquier tema. Se alegran mucho con la llegada del sacerdote, es sobrecogedor. Los africanos tienen un sentido de teología natural, valoran mucho la presencia del enviado de Dios, que es una persona esperada. También me admira el respeto que tienen por el adulto mayor, por el anciano. Ellos emplean la palabra viejo con cariño y veneración. Tienen una visión más amplia de la familia, que es todo el clan, no hablan de parientes sino de familia, un valor que hemos perdido en nuestras sociedades”.
• ¿Cómo es el compromiso de la Iglesia?“Es de un 100%, no hay que andar laceando a los catequistas sino, al contrario, hay que decirles que no vengan tanto. Tienen una sed de formación muy grande. Los fieles nunca andan con su tiempo limitado, caminan 10 horas o días enteros para asistir a la Santa Misa. A pesar del sufrimiento es un pueblo muy agradecido de Dios. Eso es muy impactante para uno que ha visto gente sufrir mucho menos y se aparta estúpidamente de Dios. En Angola he visto que el dolor los empuja y los acerca más a Dios. Yo pienso que sirvo muy poco para todo lo que recibo de mi Obispo, de mis hermanos sacerdotes, de las religiosas, de los laicos, de los más pobres de África”.
• ¿En qué consiste su labor?“Tengo varios frentes misioneros. Me considero, eso sí, poca cosa, pero como dice San Pablo, Dios elige lo pobre para confundir a los ricos, lo peorcito; Dios elige a los ignorantes para confundir a los sabios y creo que ese es mi caso. De lunes a jueves asisto al señor Arzobispo como secretario personal, aprendo mucho de ese hombre tan culto. Los fines de semana atiendo a 75 capillas, la idea es formar una nueva parroquia y estamos creando una unidad pastoral. En Lubango celebro la Santa Misa para los numerosos noviciados de religiosas que existen. Hace 2 años acompaño como asesor eclesiástico a la Legión de María que allá es muy potente, muy fuerte. Deben ser entre 40 a 45 mil Legionarios de María en nuestra Arquidiócesis, son realmente legiones de niños, adolescentes, jóvenes y adultos. Además, hemos creado una escuela de formación para 140 catequistas y se está intentando abrir hogares para niños huérfanos, de hecho yo vivo en uno de ellos, con 25 niños. También acompaño a una asociación de jóvenes paulistas cuyo carisma es fomentar la buena lectura y con lo que ganan de los libros ayudan a niños de la calle. El año pasado el Obispo me pidió acompañar una Comisión Vocacional pensando en construir algún día un seminario mayor. Estamos en una primavera vocacional, pero falta el discernimiento, purificar la intención para ser sacerdote o religiosa. Un trabajo de enormes desafíos.
• ¿Cómo es ahora su visión de la Iglesia chilena? “La Iglesia chilena es muy rica, muy profética, comprometida, animada, organizada, tiene buenos obispos. Yo aconsejaría, eso sí, a cualquier sacerdote que tuviese una experiencia misionera en África, porque allá no hay muchos recursos materiales como me decía el Nuncio, ni estructuras en que se pueda confiar para pastorear, allá solo hay que agarrarse de la gracia de Dios. Uno va recreando su sacerdocio y eso ayuda a mantenerse como discípulo de Cristo. En África no hay nada, pero uno vuelve con mucho en el corazón”.
• ¿Algún mensaje que quisiera enviar en particular?
“Como diocesano recomiendo abrirnos más a la misión, a sentirnos siempre enviados. Cualquier sacerdote que vaya a la misión va a crecer, porque está sólo con la gracia de Dios. En África los curas diocesanos chilenos no somos más de tres, debemos estar abiertos a la misión universal”.